Estamos ante un poema-río que va ramificándose y cuyo causa central es la ponderación del lenguaje
El columnista literario, Jaime Cabrera realiza una extensa reflexión en Notas para un seminario sobre Foucault, Mario Montalbetti (Callao, 1953) sobre el lenguaje, sus límites y las formas en que se expresa lo “no decible”. Bajo la forma de un guion de clases, dividido en ocho sesiones, el ‘profesor’ acaso mejor, la voz poética pone en debate aquello que aparentemente no tiene vínculo. “¿En qué se parecen la poesía y el dinero?”, pregunta en la primera sesión.
Encontramos, además, apreciaciones como esta: quien tiene algo nuevo que decir a través del lenguaje es extranjero en su propia lengua. De allí también que el poder le preste menos atención a las ideas innovadoras y que las propuestas artísticas de hoy se enfoquen en lo visual. “Pues bien, la novela se ha convertido en arte visual/artefactos para que la gente se entretenga, pase el rato”, sostiene.
Estamos ante un poema-río que va ramificándose y cuyo cauce central es la ponderación del lenguaje. Este trayecto no está exento de ironía, de ejemplificaciones, tal como en un salón de clases. ¿Y por qué Foucault? Pues es el punto de partida para referirse a las relaciones con el poder y para subrayar las simbología del lenguaje.
Ya en su primer poemario, Perro Negro, 31 poemas (reeditado recientemente por el sello Paracaídas), Montalbetti aludía a lo relativo de nuestras percepciones. A esta propuesta suya, que iba a contracorriente de la poética de fines de los años 70, se le denominó “poesía del lenguaje”. En esta entrega, el poeta ha llevado a un nivel superior su indagación sobre los alcances de la lengua.
Cada quien tiene su propia interpretación de un poema. Esta obviedad retumba cuando nos enfrentamos ante una propuesta que más que formas o malabarismos verbales, nos interpela como lectores. Y, sobre todo, da cuenta de la permeabilidad del lenguaje a través de las metáforas. Leer este texto nos lleva a repensar la palabra y en planteamientos como este: “el poema no es por lo que dice sino por lo que le hace al lenguaje”.
Más que un goce estético, la lectura de este poema nos permite considerar aquello que utilizamos todos los días y no reparamos mucho en su funcionalidad. Es decir, la lengua.
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