Fue por décadas uno de los sacerdotes más
influyentes entre la élite chilena y la Iglesia. Pero ni los años de
encubrimiento por la jerarquía eclesiástica pudieron evitar que el viernes el papa Francisco decidiera expulsar a Fernando Karadima, a los 88 años, del sacerdocio por abusos sexuales.
Desde su parroquia de El Bosque, un
exclusivo barrio residencial de la capital chilena, Karadima abusó sexualmente
y manipuló desde 1980 hasta 2000 a jóvenes que acudían a él en
busca de orientación espiritual, seminaristas y sacerdotes, tendiendo una red de complicidades
que lo mantuvo al amparo de la justicia.
Manipulador, perverso y hábil torturador
psicológico, según sus víctimas, no tenía el más mínimo escrúpulo para acabar
con vocaciones o con la imagen de aquellos que osaban apartarse de su círculo.
Además, a través de los miembros de la
Pía Unión Sacerdotal, Karadima tendió "sus tentáculos hasta el seminario,
promovió el nombramiento de sus leales en diversos puestos de poder,
desprestigió a sus críticos y pulverizó -mediante verdaderos linchamientos de
imagen en juicios secretos- a aquellos que se apartaban de su influencia",
asegura el libro "Los secretos del imperio de Karadima" de los
periodistas Mónica González, Juan Andrés Guzmán y Gustavo Villarrubia.
Pero su sed de poder no se limitó al
control de sus discípulos. También desvió fondos de los feligreses que le
permitieron amasar una millonaria fortuna que gastó en inmuebles, viajes y pago
de favores, aseguran los autores.
Su vida disoluta y de abusos a la cohorte
de jóvenes seguidores que pululaban atraídos por su aura de santidad quedó plasmada en la película "El Bosque de
Karadima", del director Matías Lira, que fue un éxito en Chile, donde la
vieron más 310.000 espectadores en sus primeros días de lanzamiento.
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